Carta desde un cruce de caminos.
Hola, compañero.
Te estoy viendo ahora mismo desde una posición muy privilegiada, que es la del tiempo. Mirar a tu Yo del pasado no siempre es fácil. Pero contigo ocurre que las cosas que has dejado por escrito, en tus cuadernos y escritos, así como en la memoria de muchas personas a lo largo del tiempo, me permiten ahora observarte con cierto detalle. Enhorabuena por dejar registro exhaustivo de tu vida. Te has hecho un favor a ti mismo.
No te voy a idealizar, confieso. No podría hacerlo aunque quisiera. Porque te veo en este cruce de caminos, y te encuentras tal y como yo me sentía en ese momento, cuando lo estaba viviendo: desamparado, perdido, solo; aunque estés constantemente rodeado de gente, y además, muy buena. Las emociones vienen y van, y el miedo a equivocarte es una constante. Has aprendido a dudar de todo, hasta el punto de que ningún cambio en tu vida te provoca alegría, como lo hacía antes.
Pero el cruce sigue siendo tuyo, ¿no? Nadie más parece estar allí. O si lo están, es parcialmente. Porque nadie parece nunca estar pasando exactamente por lo mismo, ¿verdad? Cada cual tiene sus batallas, y hasta a veces te sorprendes a ti mismo empatizando y buscando experiencias comunes con quien apenas tienes algo que ver. Esto es algo muy tuyo, lo de "consejos doy que para mí no tengo", por esa extraña capacidad de conectar con lo más profundo de los demás, aunque las palabras no te salgan como quieres en cada momento.
Llevas años tomando decisiones arriesgadas, priorizando lo que consideras que es bueno y correcto. Fuiste siempre con la verdad por bandera, sin la necesidad de esconder ningún secreto, ni siquiera tu propia ignorancia. Ahora sabes lo cruel que el mundo puede llegar a ser con las almas sinceras. Y aún con todo, nunca has podido dejar de ser así, porque la verdad es parte de ti. Siempre recordarás a Alétheia.
Esta cualidad es valiosa. Pero lo importante no es que te haga ser auténtico. No hay que ser original para ser feliz. Lo que importa es que ser sincero te acerca, poco a poco, a lo que tienes que ser. Las abejas no mienten cuando pasan el día escarbando entre los pétalos de las flores. Hacen lo que tienen que hacer, sin prisa y sin objetivo.
Sé que ahora mismo tienes pocas certezas, o ninguna. Con los años es algo que se pone peor. ¿Esa sensación de que con la edad todo parece que se te escapa más?, ¿que cada día pareces estar volviéndote más loco? Seguirá estando, tranquilo. Como balanceándote siempre al borde del abismo, con la cabeza asomada a la negrura del futuro, y los pies anclados en recuerdos dulces, así vas a estar siempre: arrojado al presente. Y nunca parecerá que pierdas del todo la cabeza, por mucho que te sientas fuera de control.
Ahora mismo tienes tiempo y calma para seguir avanzando. Nadie te está diciendo por dónde tienes que ir. Ni siquiera importa el resultado de tus decisiones, aunque eso ahora te genere mucha angustia. Tienes salud, forjada con tus hábitos diarios de cuidado y atención; fruto inesperado de tu autoexigencia incontrolada. Reconoce esa cualidad en ti. No subrayes tanto lo negativo, ni te ahogues en tus errores.
Cuida de lo que te ha sido regalado hasta este momento: personas, lugares, sensaciones, proyectos... Nada ocurre porque te lo merezcas. Y al mismo tiempo, todo está ocurriendo porque eres quien eres y estás haciendo lo que haces.
Acuérdate también de que nada es para siempre. Ni siquiera el rumbo es fijo, por mucho que tú intentes mantenerlo. Todo cambia, para bien o para mal...
Y eso es un consuelo.